Para mediados del año 2010, la prensa brasileña anunció lo que estaba previsto en el escenario internacional: China se colocó en el ranking mundial como la segunda mayor economía a nivel global, después de los Estados Unidos. En cinco años superó a Alemania y Japón.
Varios elementos colocaron a China en la pauta principal de las relaciones con Brasil. Primeramente, la posibilidad de incrementar las exportaciones una vez materializado el boom de los precios de los productos [1], aspecto que ganó espacio en la estrategia comercial e internacional durante la era Lula (2003-2010) [2], sobre todo en el sector del agronegocio y de empresas como Vale y Petrobras.
Otro aspecto se refiere a las relaciones estratégicas entre ambos países en el plano diplomático por la agenda de las economías emergentes (BRIC) [3] y sin lugar a dudas, la creciente influencia de las inversiones chinas en América Latina. Recuérdese que desde la década de los noventa los Chinos perciben a Brasil como su principal socio estratégico en la región.